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Abogado y liberal

Wednesday, February 20, 2013

La muerte no cambia algunas cosas


Nunca me regocijé en el sufrimiento ni en la muerte de nadie.
No voy a empezar ahora.
Pero tampoco creo que la muerte santifique y convierta en bueno a quien no lo fue. No creo en los panegíricos reivindicadores.
A los 78 años, murió Reinaldo Gargano.
En su juventud, integró un grupo de jóvenes militantes del PS influido por el leninismo, entre los que se contaban Raúl Sendic, Vivián Trías, Guillermo Chifflet y José Díaz, que en 1962 desplazó al socialdemócrata Emilio Frugoni de la secretaría general y luego del propio partido.
O sea, comunistas infiltrados en el Partido Socialista de Frugoni, lo traicionaron y se quedaron con el partido.
En 1967, tras la conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (Olas) realizada en La Habana, Cuba, que convocó a la lucha armada como forma de destruir el capitalismo y arribar al socialismo, el PS adhirió, al menos de palabra, a la lucha armada.
La finalidad de la lucha armada era terminar con la democracia para poder instalar el “socialismo” a la cubana, o sea, la dictadura comunista directamente, al servicio de la extinta URSS, por medio de su cipayo Fidel Castro.
De eso fue cómplice e instigador, arengando a jóvenes a tomar las armas y dar su vida por el proyecto, pero no jugándose la propia.
No fue un hombre de democracia sino su enemigo. Dedicó su vida a destruirla desde adentro, cuando no pudo desde afuera.
Si en el instante final, reconoció a ese Dios en el que no creyó y se arrepintió sinceramente de los pecados cometidos, habrá sido perdonado.
De lo contrario, el maligno lo tendrá en el fuego eterno junto con las peores bestias de la historia, como Lenin, Stalin, Hitler pol pot, etc.
Que en paz descanse, si puede.
Lonjazo

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