Comunismo fracasado

Hace 50 años, se iniciaba la construcción del Muro de Berlín.

La demencial ideología, contraria a la naturaleza humana, se veía obligada a levantar un murallón doble, con sofisticadas medidas entre ellos, incluyendo perros asesinos, puestos de tiradores y demás medidas necesarias, para evitar que los oprimidos alemanes, iniciaran un éxodo hacia la democracia y la libertad.

Nacía así la prueba física del fracaso absoluto del comunismo, ismo que terminó siendo por lejos, la peor peste que jamás la humanidad supo soportar.

Dejó como herencia, el peor drama humano jamás visto en 7.000 años de historia, en la forma de 100 millones de muertos, incontables desplazados, desaparecidos, torturados, y como si fuera poco, millones de cerebros lavados, que todavía hoy en día, no se convencen del trágico error histórico y humano del que son cómplices complacientes.

Bien dijo Revel en el libro "La gran mascarada": "Lo que marca el fracaso del comunismo no es la caída del Muro de Berlín, en 1989, sino su construcción, en 1961". "Era la prueba de que el `socialismo real` había alcanzado un punto de descomposición tal que se veía obligado a encerrar a los que querían salir para impedirles huir".

Pero el peor muro todavía no ha caído del todo.

Todavía quedan muros en los intelectos perezosos, que prefieren aferrarse a la utopía en lugar de tratar de concebir cosas nuevas, para modificar los defectos de la realidad.

La utopía es cómoda y fácil de digerir, porque “ no está sujeta a ningún resultado obligado, porque su única función es permitir a sus adeptos condenar lo que existe en nombre de lo que no existe". (Revel).

Es la herramienta psicológica que le permite ampararse al vago, al fracasado, al triste, al feo, al defectuoso, al timorato, para no tener que reconocer sus propias limitaciones y claudicaciones, y achacárselos a quien sea, menos a si mismo.

Elimina el esfuerzo de superación y aplasta la iniciativa, el orgullo y la vergüenza.

Lonjazo