El fin del camino

La vida tiene algo seguro, se termina. Tarde, temprano, antes o después, se termina.
Los protagonistas del siglo XX están llegando a su fin, entrando por fin, en la historia.
Pronto, todos estarán en los libros y podremos empezar a estudiar y a evaluar con tranquilidad sus defectos y sus virtudes, sus aciertos y sus desastres, sin su presencia física jugando un partido, que invariablemente encuentra a víctimas como enemigos y beneficiados como amigos, que siempre desata pasiones, tanto a favor como en contra.
Así, agoniza el viejo dictador cubano, que durante casi cinco décadas, se empeñó con afán digno de mejor causa, en imponer en el resto del continente, el oprobioso régimen que le impuso a su país.
Así, murió Pinochet, quien se lleva como equipaje la responsabilidad de decenas de miles de muertes, por las que allá donde esté, tendrá que rendir cuentas.
Así, murió Cores, héroe para unos, torturador y asesino para otros.
Y así se van acercando al destino, otros cientos, miles, de protagonistas de tanta pasión y tanta violencia, tan solo porque el paso del tiempo, les pasa la factura.
Quizás como dijo Mujica, recién cuando todos hayan dado el salto, se podrá recuperar la paz.
Mientras otros, ancianos ya y enfermos, enfrentan a una parodia de justicia, que se aplica con miopía y que solo terminará, tarde o temprano, con nuevas injusticias.
Y en el medio de esta lección que recibimos todos, todavía los ciegos que no quieren ver, manifiestan su alegría o su tristeza por hechos de la vida, que tendrían que llamarnos a reflexión, mas que a manifestar pasiones.
Hayan hecho lo que hayan hecho, tanto Pinochet como Castro, darán su último suspiro, y sus gastados cuerpos iniciarán el proceso de volver al polvo, etapa inexorable, que nos dejarán, si somos inteligentes, enseñanzas pero si no lo somos, pasión, odio y rencor.
Dejemos que se vayan en paz, aunque no hayan hecho demasiado para merecerla, y valoremos lo vivido, para poder en el futuro, evitar lo malo y aumentar lo bueno.
Miremos con tristeza, como los perros se revuelcan en la carniza, tratando para variar, de sacar jugo político hasta de la inexorable muerte.
Lonjazo.