Dicen que los dichos suelen cumplirse, porque la historia se repite.
El fraudeamplismo ha manejado, Gramsci mediante, la cultura, la prensa, la educación, en fin, de todas las formas posibles.
Una de las múltiples herramientas usadas, consiste en inventar palabras, o cambiarles deliberadamente su sentido, y frases que se terminan convirtiendo en armas.
Una de ellas, por ejemplo es “terrorismo de estado”.
Aparentemente, logaron poner en la mente de la gente, (mucha desgraciadamente) que el terrorismo solo es malo si viene de parte del estado, el otro, el particular, por así decirlo, ese es bueno o por lo menos, no se critica.
En realidad, se trata de un mamarracho lingüístico, porque el estado es una creación jurídica, sin cara ni voluntad.
La voluntad del estado se expresa a través de personas, que lo manejan a veces con legitimidad y a veces no.
Pero el terrorismo, el mal comportamiento, siempre es de personas, estén o no, ocupando posiciones en un aparato estatal, o de cualquiera otra naturaleza.
Pero las armas, tienen caño y culata y a veces, cuando se usan irresponsablemente, el tiro sale por la culata.
Veamos un ejemplo.
Hay fraudeamplistas que no comprenden la actitud del presidente, visitando al Gral. Dalmao.
Aducen que es “contraproducente” justo ahora que la “fuerza política” se volvió a embarcar en el mamarracho de intentar anular una ley, que fue usada por ellos, para el mal, pero usada al fin, con fines anticonstitucionales, inmorales, de venganza y en violación de los mas elementales derechos humanos.
Todo esto, está enmarcado en una política de persecución infame, que basada en la patraña contra las fuerzas armadas, les da a ellos uno de los pocos temas en que están de acuerdo en forma unánime, porque, mas allá de los nombres y disfraces que usen, TODOS están en el mismo barco y viajan con el mismo rumbo, que es el marxismo fracasado.
Para eso, no vacilan en hacer uso del poder del estado, en la forma mas abyecta y corrupta que imaginarse pueda.
Fiscales y jueces, haciendo uso y abuso de sus prerrogativas jurídicas, pisotean el derecho, convirtiéndolo en una parodia al servicio de sus intereses políticos e ideológicos.
Se pasan al olvido denuncias gravísimas y se inventan otras, poniendo a la sociedad en la incertidumbre y el temor.
Nadie está libre de ser atropellado por una ministra alcoholizada, y que no pase nada, así como tampoco nadie está libre, de ser procesado y condenado por el color de los ojos o por la declaración a un tercero, de alguien que ya murió.
La sociedad está aterrorizada y desprotegida.
Esto, señores lectores, en el lenguaje progre, es terrorismo de estado, liso y llano! Porque está siendo aplicado por personas que ocupan posiciones de poder en el aparato estatal!
Lonjazo
